
El Dicasterio para la Doctrina de la Fe y el Dicasterio para la Cultura y la Educación publican, con la aprobación del Papa, el documento Antiqua et Nova, una reflexión sobre las oportunidades y riesgos de esta tecnología
El Vaticano ha hecho pública la nota Antiqua et Nova, una reflexión realizada por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe y el Dicasterio para la Cultura y la Educación sobre las implicaciones, riesgos y oportunidades de la inteligencia artificial, cuyo desarrollo se ha acelerado en los últimos tiempos.
«Puesto que la IA sigue avanzando rápidamente hacia cotas aún mayores, es de importancia decisiva considerar sus implicaciones antropológicas y éticas. Esto implica no solo mitigar los riesgos y prevenir los daños, sino también garantizar que sus aplicaciones se dirijan a promover el progreso humano y el bien común», se recoge en la introducción.
Teniendo en cuenta todos los diversos desafíos que plantea el progreso tecnológico, el Papa Francisco ha señalado la necesidad de un desarrollo «en responsabilidad, valores, conciencia» proporcional al aumento de posibilidades que ofrece esta tecnología, reconociendo que «cuanto más se acrecienta el poder del hombre, más amplia es su responsabilidad».
Por otra parte,«la cuestión esencial y fundamental» estriba siempre en saber «si el hombre, en cuanto hombre, en el contexto de este progreso, se hace de verdad mejor, es decir, más maduro espiritualmente, más consciente de la dignidad de su humanidad, más responsable, más abierto a los demás, particularmente a los más necesitados y a los más débiles, más disponible a dar y prestar ayuda a todos».
Es decisivo, por consiguiente, saber valorar críticamente las distintas aplicaciones en los contextos particulares, con el fin de determinar si estas promueven, o no, la dignidad y la vocación humana, y el bien común. Como ocurre con muchas tecnologías, los efectos de las distintas aplicaciones de la inteligencia artificial (IA) no siempre son predecibles en su inicio. En la medida en que estas aplicaciones y su impacto social se hagan más evidentes, se deberán beneficiar directa y adecuadamente todos los niveles de la sociedad, por la elemental solidaridad humana y cristiana. Es importante que los usuarios individuales, las familias, la sociedad civil, las empresas, las instituciones, los gobiernos y las organizaciones internacionales, cada uno a su nivel de competencia, se comprometan en garantizar que el uso de la inteligencia artificial sea adecuado para el bien de todos.
«Hay que recordar que la inteligencia artificial no es más que un pálido reflejo de la humanidad, ya que ha sido producida por mentes humanas, entrenada a partir de material producido por seres humanos, predispuesta a estímulos humanos y sostenida por el trabajo humano. No puede tener muchas de las capacidades que son específicas de la vida humana, y también es falible, fallará. De ahí que al buscar en ella un Otro más grande con quien compartir la propia existencia y responsabilidad, la humanidad corre el riesgo de crear un sustituto de Dios. En definitiva, no es la inteligencia artificial quien es divinizada y adorada, sino el ser humano, para convertirse, de este modo, en esclavo de su propia obra»
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