Homilía XXVI domingo del tiempo ordinario

 

En la homilía de hoy, D. Manuel Palma nos explica como Jesucristo les habla a los fariseos por medio de esta parábola, en la que vemos la distancia que aparece entre el hombre rico y Lázaro. La distancia que existe entre ellos en la vida, se invierte en el cielo, dónde Lázaro es llevado al seno de Abraham, mientras que el rico es condenado al infierno y sus tormentos.

La parábola nos invita a tomar conciencia de nuestra responsabilidad en este mundo. Nuestras decisiones en la tierra son fundamentales de cara al juicio final. No podemos ser indiferentes frente al sufrimiento y la miseria.

También hemos de ver cómo el rico, sin nombre, representa a aquellos que se sienten seguros de sí mismos, y ponen su confianza en las riquezas, y en sus capacidades (no olvidemos que esta parábola la dirige Jesús a los fariseos). Por otro lado, aparece Lázaro, a quien Dios ayuda, y en quien se ha cumplido la Palabra de Cristo. Ha obtenido el premio de la eternidad y la vida junto a Él. Dios no se olvida de sus pobres y ponen ante nosotros el testimonio de Lázaro para que veamos en él una imagen perfecta del creyente.