Los catecúmenos de la parroquia reciben el sacramento de la Confirmación

PONE ME UT SIGNACULUM SUPER COR TUUM

(“Ponme como un sello sobre tu corazón)

Cantar de los Cantares, 8,6

Ayer 13 de mayo de 2022, conmemoración de la primera aparición de la Virgen María en Cova de Iría, Fátima, Portugal, en 1917, celebramos en nuestra Parroquia la celebración del sacramento de la Confirmación a quince confirmandos de nuestra feligresía que de esta forma quedan obligados aún más, como auténticos testigos de Cristo, a extender y defender la fe con sus palabras y sus obras.

En repetidas ocasiones Cristo prometió la efusión de su Espíritu (cf Lc 12,12; Jn 3,5-8; 7,37-39; 16,7-15; Hch 1,8), promesa que realizó primero el día de Pascua (Jn 20,22) y luego, de manera más manifiesta el día de Pentecostés (cf Hch 2,1-4). Llenos del Espíritu Santo, los Apóstoles comienzan a proclamar “las maravillas de Dios” (Hch 2,11).

La unción, en el antiguo simbolismo bíblico, posee numerosas significaciones: el aceite es signo de abundancia (cf Dt 11,14, etc.) y de alegría (cf Sal 23,5; 104,15); purifica (unción antes y después del baño) y da agilidad (la unción de los atletas y de los luchadores); es signo de curación, pues suaviza las contusiones y las heridas (cf Is 1,6; Lc 10,34) y el ungido irradia belleza, santidad y fuerza.

Por medio de esta unción, el Espíritu de Dios ha impreso en vosotros el signo distintivo de autenticidad, “la marca”, el sello del Espíritu Santo. Signo de su autoridad (cf Gn 41,42), de su propiedad sobre un objeto, como se marcaba a los soldados con el sello de su General y a los esclavos con el de su Señor. «(…) Unción de alegría, vestidura de la luz, manto de salvación, don espiritual, santificación de las almas y de los cuerpos, dicha imperecedera, sello indeleble, escudo de la fe y casco terrible contra todas las obras del Adversario» (Pontificale iuxta ritum Ecclesiae Syrorum Occidentalium id est Antiochiae, Pars I, Versión latina).

Dichosamente ungidos con la gracia de Pentecostés, id, pues, en misión; colmados del espíritu de sabiduría y de inteligencia, del espíritu de consejo y de fortaleza, del espíritu de ciencia y de caridad, a confesar y defender audaz y valientemente “las maravillas de Dios” y el testimonio de Cristo.