Conmemoramos hoy también el aniversario del nacimiento de San Josemaría Escrivá, nacido el 9 de enero de 1902 en Barbastro. Dios quiso que dejara una marca profunda en la espiritualidad de nuestro tiempo a través de la difusión de la búsqueda de la santidad en medio del trabajo profesional y del cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano.
Solía afirmar san Josemaría: «La vida habitual de un cristiano que tiene fe, cuando trabaja o descansa, cuando reza o cuando duerme, en todo momento, es una vida en la que Dios siempre está presente». En definitiva, que se puede alcanzar la contemplación en medio del mundo.
San Juan Pablo II, en la homilía de la canonización de san Josemaría animaba a sus devotos diciendo: «Sigan sus huellas, difundan en la sociedad, sin distinción de raza, clase, cultura o edad, la conciencia de que todos estamos llamados a la santidad. Esforzándose por ser santos ustedes mismos en primer lugar».
Aprovechó todas las oportunidades para llevar ese mensaje, así lo encontramos al final de su vida en un aeropuerto donde hay muchos reporteros intentando sacarle fotos. Uno, más avezado, le dice con descaro: «¡Déjese usted hacer unas fotos…!» Josemaría, sin parar le contesta: «Oye… ¡que yo no soy la Concha Piquer! (una actriz famosa del momento) ¡Yo soy un pobre hombre!».
Contrariado por la evasiva, el reportero replica con cierto desdén: «A mí, en el fondo, me da igual, pero yo tengo que hacer mi trabajo. Esto es el pan de mis hijos». En ese momento, Josemaría se para en seco. Se vuelve hacia el reportero, clava en él una mirada intensa y le sonríe, como si hubiera encontrado a un viejo amigo: «Si tú tienes que hacer tu trabajo para ganar el pan de tus hijos, aquí me quedo, posando… ¡hasta que tú me digas basta!». El pequeño detalle de facilitar el trabajo de las demás personas.