Con el DOMUND toca casi a su fin un mes de trabajo muy intenso en la Delegación Diocesana de Misiones. Una actividad frenética en la que están implicados un buen número de voluntarios coordinados por el sacerdote Eduardo Martín Clemens. El lema de este año –‘Corazones ardientes, pies en camino’– recuerda la escena en la que Jesús resucitado se hace presente ante los desanimados discípulos de Emaús y les remueve el corazón.
Las delegaciones de Misiones reciben periódicamente la visita de misioneros que regresan por unos días a su diócesis de referencia, y relatan testimonios que son, en sí mismos, llamadas a la vocación misionera. Es imposible mantenerse al margen.
Es tan gratificante ese encuentro que, aunque no partas, no cruces el charco, te sientes misionero de los pies a la cabeza. Ellos te contagian, te transmiten, y tú dices ‘qué hago yo aquí’. Te dan más ganas de trabajar acá, pero ya tienes otro estilo de trabajo. Haces carne en tu propia pastoral aquello que la Iglesia ha dicho siempre: O somos misioneros o no somos nada. Ellos contagian, transmiten y lo hacen vida, a toda la delegación y, sobre todo, a los voluntarios. Es curioso, cuando van a parroquias, a institutos, a dar su testimonio, la gente pide que venga quien pueda, pero sobre todo que sea un misionero que se haya manchado allí, que tenga los pies llenos de barro y hayan tenido una experiencia de un tiempo prudencial. Eso le vale más a cualquier comunidad, que todos los escritos que se puedan comunicar estos días del octubre misionero.
Usted también tuvo su experiencia misionera…
Si, yo estuve muchos años en Trujillo (Perú) y trabajé en toda la parte del imperio inca. En aquel seminario tuve estudiantes de seis jurisdicciones distintas.
¿Dónde encontramos a los misioneros sevillanos?
Estos días intento comunicarme con todos los que puedo. Los hay en Papúa Nueva Guinea, donde encontramos a una misionera de Sevilla; en Guatemala hay otro misionero diocesano natural de San Juan de Aznalfarache; en Perú, Mozambique, Ecuador, Japón, la República del Congo. Precisamente en el Congo, donde están sufriendo tanto con una guerra que no termina, es donde hay más atractivo para el misionero, que no busca el peligro pero que no lo rehúye. Es como una fuerza superior a su propia voluntad, se inclinan a estar allí donde hay más dificultad.
Es sabido que cuando hay crisis en esos países, los misioneros son los únicos en irse
Totalmente. Hace poco, en un conflicto que hubo en el Congo, la embajada puso a disposición del contingente de ese país un avión. Marcharon todos y se quedaron tres religiosas.
¿Cuál es el perfil del misionero procedente de Sevilla?
La mayoría son religiosos, pero no faltan familias en misión, Este es un fenómeno que se está dando, ante la carencia de sacerdotes. Familias en misión, la mayorá pertenecientes al Camino Neocatecumenal, que está muy sensibilizado con esto; también las hay procedentes de parroquias que tienen sentimiento misionero. Yo tengo tantísima esperanza -y está fundada- porque veo que, en los mismos sacerdotes, en los mismos compañeros, hay un despertar por toda la acción misionera. Sobre todo, en las parroquias que tienen más vida, siempre hay una pregunta: ¿por qué no allí? Y esto se está cultivando ahora con más sensibilidad que antes. El mismo Seminario Metropolitano, por ejemplo, donde vemos que procuran ir cada año a territorios de misión. Esto les cuaja para el día que se ordenen sacerdotes.
Pongámonos en la piel de una persona que sienta la llamada vocacional para ser misionero, que tiene esa necesidad vital ¿Qué consejo le daría?
Cuando viene alguno a la delegación, lo primero que hago es acompañarlo al oratorio, donde está expuesto el Santísimo. Rezamos juntos sólo para pedir luz, hablamos del tema y le oriento, bien a su parroquia o a su comunidad. Cuando vienen de algún colegio religioso o congregación misionera, lo tienen mucho más fácil. Pero lo primero es provocar ese encuentro con el Señor que habla de corazón a corazón, que es el que envía y que es el primero que ha dado un aldabonazo (Otros vienen buscando una entrega incondicional ausente de la fe. A estos les tienes que orientar, porque el que envía es el Señor). Después les debes invitar a discernir. De hecho, nuestro arzobispo, que está muy sensibilizado con el tema, está en conversaciones con algunos sacerdotes que le están solicitando partir a misiones.
El DOMUND conlleva un llamamiento explícito a colaborar económicamente a través de colectas. Pero hay otra intención igualmente necesaria. Me refiero a la campaña de sensibilización que se lleva a cabo durante todo el año en colegios, hermandades y otras instituciones religiosas.
Eso es un no parar. Y además hay de todo. A comienzos de este mes me encontré por la calle a chiquillos del colegio Highlands pidiendo para el DOMUND con unas huchas muy antiguas. Me paré con ellos y les pregunté adónde iba este dinero. Me dijeron que para los que tienen hambre, para los pobres y los misioneros. En la parte del Aljarafe hay parroquias que funcionan muy bien y tienen lo que llaman el taquito misionero -gente de varios países que reparten los domingos la comida propia de cada sitio-. También están las vigilias de oración… No se puede imaginar la sensibilidad que están teniendo las monjas de clausura. Ellas son misioneras no solo en la retaguardia, sino como misioneras activas.
¿Somos generosos los sevillanos con las misiones?
Muy generosos. El año pasado se recaudó cerca de 800.000 euros, que es una buena cifra. Han disminuido las herencias, pero hay una sensibilidad en la línea de aquello que decía San Juan Pablo II: los pobres dan ejemplo. Impresiona micho cómo las niñas y los niños de los colegios rompen sus huchas y ponen lo que contiene en el altar, en el ofertorio, para colaborar con los misioneros.