Todo esto comenzó la tarde del lunes 16 de octubre de 1978 cuando, tras dos días de cónclave y 8 votaciones, salió elegido Karol Józef Wojtyła. El candidato polaco, que leía prensa deportiva durante los escrutinios, se abrió paso entre aquellos que la prensa y los corrillos habían bautizado como papables: el tradicional Giuseppe Siri, arzobispo de Génova, y el más cercano a Juan Pablo I Giovanni Benelli, arzobispo de Florencia.
A las 18:18 h. de la tarde, el cardenal Felici, como protodiácono, anunció desde el balcón: “Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam! Eminentissimum ac reverendissimum dominum, dominum Carolum, Sanctæ Romanæ Ecclesiæ Cardinalem Wojtyla, qui sibi nomen imposuit Ioannis Pauli”.
Comenzaba entonces un largo pontificado que se extendería durante casi 27 años. Un papado durante el que se organizaron 104 viajes por 129 países diferentes, a los que hay que sumar 144 más por Italia. Canonizó a tantos santos como en los 4 siglos anteriores y creó a 232, además de nombrar a cientos de obispos renovado las curias eclesiásticas de todo el mundo. Récords que le valieron desde sus funerales el apodo de “magno”.
“No tengáis miedo”
El nuevo Papa impresionó a la multitud reunida en la plaza dirigiéndose en un italiano perfecto del que se disculpaba ante los posibles gazapos: “No sé si podré explicarme bien en vuestra… nuestra lengua italiana; si me equivoco, me corregiréis”. Wojtyła se presentaba recordando a Juan Pablo I señalando que venía “de un país lejano…, lejano pero muy cercano siempre por la comunión en la fe y tradición cristiana”. Hasta entonces no era habitual que el Papa improvisase estas palabras de saludo más allá de una bendición de compromiso. Comenzaba marcando diferencias. Muchas ya señalaban ese día su fugaz paso por los escenarios como actor.
Al día siguiente dirigiría su primer radiomensaje y, unos días después, el 22 de octubre durante la misa de inauguración del pontificado –precisamente en el día en el que se celebra la memoria litúrgica– dirigiría unas palabras que resonarían mucho posteriormente: “No tengáis miedo”. En su homilía, el pontífice pidió: “No tengáis miedo a la verdad de vosotros mismos” y, por ello, propuso superar el miedo “del hombre y de lo que ha creado”. “¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!”