En la homilía de hoy, D. Manuel Palma nos invita a celebrar, ya al final de este tiempo de Pascua, una solemnidad de verdadera alegría, de verdadero gozo espiritual, para todos los cristianos. Pues en ella, en primer lugar, descubrimos la cercanía del Hijo de Dios, que asciende al Padre, y se convierte en intercesor nuestro, en mediador de nuestras intenciones y también en Aquél que nos descubre cuál es nuestra meta, cuál es el fin de nuestra vida.
Alegrémonos porque hemos reconocido cuál es la misión a la que Cristo nos llama: dar testimonio del Evangelio, desvelando así, la Esperanza de Dios en cada uno de nosotros. Alegrémonos porque, volviendo a la Santísima Virgen María, descubrimos en su perfil amoroso el signo de la Esperanza en la llegada del Espíritu Santo. El don inmenso de la oración y la unidad del cuerpo de Cristo. Que el Señor los otorgue su gracia para vivir este tiempo santo como verdadero testigos de la alegría. Que así sea.
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