Homilía VII domingo del tiempo ordinario

En la homilía de hoy, D. Manuel Palma nos recuerda cómo Jesucristo sube a la montaña y allí, se congrega ante Él una multitud a los que proclama las bienaventuranzas y los convoca para ser en medio del mundo sal y luz.

D. Manuel nos pone de relieve tres aspectos de esta nueva ley que Cristo nos presenta:

La primera, es que Cristo anuncia una ley que no es exterior a nosotros. Lo que los antiguos profetas habían anunciado, que Dios mismo escribiría su ley, no en tablas de piedra, sino en el corazón del ser humano.

En segundo lugar, esta ley que Cristo ha anunciado, no ha sido redactada en un despacho para renovar los usos y las costumbres de nuestro mundo, sino que ha sido puesta en práctica por el mismo Cristo.

Y en tercer lugar, esta ley que el Señor nos ha comunicado, no es un ideal inalcanzable. Puede parecer excesiva a nuestra razón, porque desborda nuestro pensamiento, nuestra capacidad intelectual. Y no es un ideal inalcanzable, pues el Señor, que anuncia la ley, nos da, además, el medio para que podamos llevarla a la práctica en nuestra vida: su gracia, que es verdadera fortaleza para que no mande en nosotros el pecado.