Homilía XXVII domingo del tiempo ordinario

En la homilía de este domingo, D. Manuel Palma nos señala cómo las lecturas de este día ponen ante nuestros ojos la realidad de la fé. Esa fé que nos invita a tomar conciencia de una realidad que no podemos ver. Los apóstoles le pidieron al Señor que les aumentara la fé, a pesar que, con sus ojos, podían ver a Cristo. Muchos veían a Jesucristo como un gran profeta. Los apóstoles, con el don inmenso de la fé, reconocieron en Cristo al Dios verdadero.

El tesoro de la fe nos da acceso al encuentro personal con Jesucristo. Le fe significa confianza en el Señor, poniéndonos en sus manos. Él, que ha resucitado, nos pide que pongamos en Él nuestro corazón y nuestra propia vida.

La fe, a imagen del mismo Cristo, que ha venido entre nososotros no a ser servido, sino a servir, nos lleva a ponernos a su servicio. Durante este mes, declarado mes extraordinario de la misión, también nosotros deberíamos incrementar nuestra oración por los misioneros, y pedirle al Señor que, por la fe, se refuerce en nosotros la vocación misionera.


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