Unas ochocientas personas participaron la tarde de ayer en la misa con imposición de ceniza que se celebró en el altar mayor de la Catedral de Sevilla, y que presidió el arzobispo, monseñor José Ángel Saiz. De esta forma arrancó la Cuaresma en el templo metropolitano hispalense, con una invitación a la reflexión personal, la conversión y la necesidad de elevar la mirada a Dios.
En su homilía, monseñor Saiz, señaló que “en Cuaresma, actuar es también detenerse, hacer una parada en el camino”. En esta línea, recordó que “la Iglesia nos invita a intensificar la vida de oración, ayuno y solidaridad”, y a tomar conciencia de que “hay muchas cosas que son perfectamente prescindibles”.
Más adelante definió la Cuaresma como “tiempo de liberación, en el que Dios nos lleva a la libertad a través del desierto”. “Es como un largo retiro espiritual en el que debemos entrar en nosotros mismos”, apuntó. El arzobispo concluyó su alocución reconociendo que “en Sevilla la Cuaresma es un tiempo intenso. Ahora bien -añadió-, estas cosas, que son importantes, no deben impedir algo más importante: la revisión de vida, examen de conciencia a fondo”.