El P. José Manzano García-Fogueda, presbítero de la Archidiócesis de Toledo, recuerda cómo perdonó al asesino de su padre el día en que fue consagrado al cumplirse 70 años de su ordenación sacerdotal.
En una entrevista concedida al canal de la RadioTelevisión Diocesana de Toledo, el P. Manzano ha repasado algunos episodios de su vida como sacerdote, entre los que destaca cómo asiste a la detención para el posterior fusilamiento de su padre durante la Guerra Civil española y cómo llegó a perdonar al asesino, gracias a su madre.
Nacido en 1932, en plena II República Española, en la que se desplegaron políticas anticlericales que llegaron a la quema de iglesias y conventos, el P. Manzano recuerda estar jugando a las canicas cuando unos hombres se llevaron a su padre.
“Yo estaba jugando a las canicas cuando pasó por delante de mí. No entendía lo que estaba ocurriendo. Simplemente me fui corriendo a ver a mi madre. ¡Ay, madre, que van a matar a padre!”, explica. Su madre, intentó calmarle. Pero el pequeño José, estaba convencido de que iba a acabar con su vida y le replicó a su madre: “Sí, que van a matar a los gordos”, pues, en su inocencia, pensaba que al ser su padre “un poco grueso”, le iban a quitar la vida: “Para mí que iban a matar a los gordos, porque era lo que oía”. En efecto, lo fusilaron. Era un comerciante local, un ferretero, que había sido concejal.
Pasaron los años y creció en “un hogar triste, pero con mucho amor. Triste, pero amándonos todos” en el que su madre, a la que considera “mártir de la guerra” era el pilar, pues tenía “un espíritu sobrenatural fabuloso”.
Hasta que se ordenó sacerdote, con dispensa papal dada su juventud, su madre siempre rezó con él cada noche y hacían el examen de conciencia, que aún realiza antes de irse a dormir.
Con la llegada de las tropas nacionales a la zona, el pequeño José en seguida se puso a disposición del sacerdote que iba con los soldados, el P. Redín, SJ. Aún no había recibido la Primera Comunión.Tenía seis años. Luego siguió sirviendo al P. Andrés García, el párroco.
A los 9 años ingresó en el Seminario Menor y, de ahí, pasó al Seminario Mayor, acabando sus estudios eclesiásticos a los 21 años. Así, pidieron la dispensa a la Santa Sede para ordenarse antes de los 24, edad mínima establecida entonces.
La ordenación tuvo lugar en la capilla privada del arzobispado el 18 de septiembre de 1954, de manos del Cardenal Enrique Plá y Deniel.
El asesino de su padre murió en brazos del sacerdote
Esa noche, la madre del P. Manzano se acercó como siempre a su cama. Le preguntó si ya era sacerdote y si sabrá perdonar desde ese momento. El neopresbítero contestó afirmativamente. Entonces su madre, le dijo el nombre de la persona que había asesinado a su padre. “Me dejó parado, se marchó, salió sin decirme nada y yo aquella noche no dormí por la impresión de ser ya sacerdote, la alegría de serlo, y por lo que me había dicho mi madre”.
La impresión no era sólo por conocer el nombre, sino porque, siendo niño seminarista, el P. Manzano había llevado comida a ese hombre durante años. “Mi madre siempre me mandaba a este hombre a llevarle alguna cosa. Y siempre que volvía, [me preguntaba]: -¿Qué te ha dicho? -Digo: Nada, se ha echado a llorar. Casi siempre se echaba a llorar”.
Años después, este hombre falleció asistido por el P. Manzano: “Murió en mis brazos. Fue mi primera visita después de ser sacerdote. Al día siguiente, cuando me levanté, fui a visitarle y le di un abrazo. Yo estoy seguro que él hubiese muerto por mí y yo estoy seguro que moriría por él. Eso seguro, seguro”, explica.
Fuente: www.aciprensa.com