Homilía del XII domingo del tiempo ordinario

En la homilía del pasado domingo, d. Manuel Palma nos explica como, las lecturas del XII domingo del tiempo ordinario tratan de una realidad que, con frecuencia, podemos olvidar en nuestra vida y, sin embargo, forma parte de la esencia de nuestro ser cristiano: la Divina Providencia.


La Divina Providencia, que implica una acogida de nuestra parte. El Señor no nos deja solos, no nos abandona, sino que, al contrario, cuida de nosotros, está a nuestro lado. Cristo afirma, hasta en dos ocasiones, en el Evangelio que acabamos de proclamar: no tengáis miedo.

La Divina Providencia tiene, además, un poder transformador en nosotros. El poder transformador de la Divina Providencia en nosotros hace que se cumpla, como el apóstol san Pablo dice a la comunidad grecorromana: el pecado de Adán, que se fue transmitiendo de generación en generación, ha sido vencido por la Resurrección de Cristo. Si por el antiguo Adán entro la miseria y la muerte en medio de la humanidad, por el nuevo Adán, que es Cristo, ha llegado la transformación, la renovación del corazón, el paso de la muerte a la vida.